Busca un lugar público, como una plaza o un parque, y colócate en un sitio que te permita observar a las personas discretamente.
Déjate llevar por tu corazón. Que él elija las personas a las que harás tu regalo anónimo y silencioso.
Cuando veas pasar a alguien afectado por una dolencia, regálale buena salud en tu pensamiento.
Si ves pasar a una persona triste, regálale paz y alegría.
Si ves a un niño que llora, regálale un futuro hermoso.
Si ves a alguien de gesto enojado, regálale amor y perdón.
Así, con todas las personas que se vayan cruzando en tu camino.
Toma a cada una de ellas en tu corazón por unos instantes, y deséales lo mejor.
Puede que jamás vuelvas a ver a ninguna de estas personas; no necesitas ninguna confirmación. El amor nunca se impone, sencillamente se ofrece a quien tenga a bien recibirlo.
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